El reciclado de estilos en la moda, una cuestión filosófica

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¿Por qué las tendencias de moda vuelven una y otra vez? La filosofía tiene la respuesta

Repasamos con la ayuda de varios filósofos la idea de la moda cíclica. ¿Por qué los estilos se repiten, se copian o se reinventan? ¿De dónde viene la idea de la ausencia de creatividad? Como en filosofía, todo es cuestión de hacerse las preguntas correctas.

Por Adrián Tomé  |  08 Abril 2022

No es noticia ni sorpresa que cada determinado tiempo, un estilo que se consideraba pasado de moda, vuelve a convertirse en tendencia y se renueva su ciclo de utilidad. Más que conocida es la idea de guardar la ropa para cuando vuelva a estar de moda, o lo fácil que es criticar a alguien que lleva prendas fuera del actual ciclo de uso. Esto lleva ocurriendo en numerosos ámbitos culturales durante casi un siglo. Se suele decir que simplemente vivimos en la generación de la nostalgia, sin entrar a profundizar mucho más.

Frecuentemente se cierra la puerta a estos análisis que van un poco más allá, tildados de académicos. Se dice aquello de que no pueden tener lugar con una limitación de palabras, no caben en un artículo normal y corriente, no son accesibles al lector medio. Igual ya es momento de intentar cambiar eso. Vamos a tratar de encontrar una explicación filosófica a la moda como un episodio cíclico.

Qué tiene que ver Hegel con la moda

La primera piedra en el camino que necesitamos para comenzar este análisis, la puso un filósofo alemán, de nombre Friedrich Hegel. Durante sus clases en la Universidad de Berlín, desarrolló una teoría conocida popularmente como el fin del arte. En ella, de modo muy básico y resumido, viene a decir que, dado el agotamiento en la creación artística (se había alcanzado tal perfección en la representación de lo real que era difícil continuar), era necesaria una reinvención en los términos de lo que se consideraba como arte. Había que trascender la idea de la representación mimética del arte, y dar rienda suelta a la representación de lo recóndito del imaginario humano. En otras palabras, dar paso a los sentimientos, a lo azaroso, a lo que no tiene imagen o forma empírica, en resumen: arte abstracto.

Esta idea de la muerte del arte de Hegel (o de sus alumnos que la pusieron en su boca, siempre hay que hacer esa pequeña distinción), con frecuencia mal entendida, como suele pasar siempre con las teorías del último filósofo sistémico, no tardó mucho en confirmarse. Solo hay que hacer un repaso, ya no solo por la filosofía y la crítica del arte del siglo XX, sino por las propias producciones artísticas de este siglo, para ver lo contundente y acertado de esta sentencia.

El concepto de 'fin del arte', extrapolado a la moda, nos puede sin mucho reparo llevar a decir que la moda alcanzó también una etapa en la que, por necesidad, necesitaba de un cambio. Sin embargo, al igual que pasó con las vanguardias en el arte, la moda contemporánea no es del gusto de todos. El olvidarse de las normas básicas de utilidad y diseño para alcanzar cotas nuevas y expresar lo inexpresable no es algo para todo el mundo. Al final, esta situación te obliga a tener un abanico amplio de opciones si quieres obtener la mayor diversidad de público posible.

Una reinterpretación un tanto...peculiar
Una reinterpretación un tanto...peculiar GTRES

La mercantilización de la cultura

Llegados a este punto, podemos recurrir ahora a la teoría de otro filósofo alemán. Theodor Adorno, con su hipótesis de la industria cultural, nos explica cómo la mercantilización de la cultura ha dado lugar a producciones masivas de contenido, diseñadas únicamente para vender más. A mayores, cuando un producto funciona, se somete a revisiones cíclicas, adaptaciones y variaciones, con tal de exprimir al máximo los beneficios posibles de ese producto.

La obra de Andy Warhol es uno de los ejemplos más claros
La obra de Andy Warhol es uno de los ejemplos más claros GTRES

Incluso lo que se produzca para enviar un mensaje social, cae también en intentar vender a un público determinado. Esto Adorno lo decía pensando principalmente en todo lo que pasó con los campos de concentración tras el fin de la guerra, convirtiéndolos en atracciones para turistas o inspiraciones para cineastas que veían un filo con el que conectar y vender fácilmente.

Adorno siempre pensaba desde la música, la que fue su pasión y profesión, pero aun así, la cultura se estandarizó de tal manera que es sumamente fácil extrapolar teorías de un campo a otro.

La idea de industria cultural tenía connotaciones negativas para los teóricos de la Escuela de Frankfurt como Adorno. De ahí la denominación como 'estética negativa'. Esta alude a aspectos como la estandarización de los productos culturales en favor de una mayor accesibilidad, lo que limita en gran medida su calidad y profundidad. También a connotaciones políticamente negativas: la destrucción del genio del artista o la creación pura, por parte del mercado capitalista, consecuencia del decadente movimiento ilustrado. En ambas subyace una línea clara, la eliminación de lo individual. La democratización del arte, que se había considerado como algo bueno, pasa a ser una tragedia que ha concluido con un arte vacío, superficial y generalizado para ser agradable.

Sin embargo, toda esta ola de decadencia y negatividad nos lleva también a una interesante contradicción. Con ella, también se romantiza de alguna manera y, en consecuencia, se justifica, una vuelta a lo clásico. En definitiva, podría incluso tener una justificación argumental la recuperación de estilos, siempre que puedas considerarlos como 'clásicos' o ajenos a la corrupción inherente al sistema.

La moda y su desgaste

Con estas ideas en mente, podemos hacer una pequeña reflexión sobre el estado de la moda. Visto de lo que son capaces de hacer las empresas para estirar el chicle de sus productos, no es una teoría disparatada que, al tiempo que se permite cierta creación rompedora (aunque limitada por el agotamiento creativo), se vuelvan a crear tendencias de recuperación de estilos para mantener las ventas estables.

El conseguir reciclar modas de esta manera te permite que tus ventas nunca caigan, porque siempre va a haber algo que guste, ya sea por nostalgia, por influencias externas (publicidad, influencers o famosos impulsando tal cosa) o por lo más subjetivo del ser humano, el gusto. Y al igual que las generas, les pones fin, una fecha de caducidad que te permita vender tu siguiente producto.

La industria de la moda, del mismo modo que otras industrias que quizá lo dejan más claro (como la industria cinematográfica), cae en estos preceptos. Si todo son revisiones o recuperaciones de cosas ya creadas, entonces vivimos en un mundo de eterno presente, como diría Stephen Koch. O en un eterno retorno de lo igual que le gustaría ver a Nietzsche.

Derribar las barreras de la imaginación autoimpuestas por una sociedad que dice haber agotado la creatividad, es un trabajo solo al alcance de los más grandes artistas y diseñadores. Mientras la ciencia y tecnología avanzan a un ritmo casi absurdo, la cultura parece de algún modo atascada. Solo el futuro podrá desvelar si el futuro existe, o seguimos en el presente eterno de la moda.

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